miércoles, 13 de diciembre de 2017

te regalo otra foto del cielo

te regalo otra foto del cielo

por todas las cosas que no son posibles
por todos los sentimientos encontrados
y por todas las alarmas encendidas.

por todas las veces que tus manos tiemblan
y yo tiemblo por dentro
donde no puedes verme
te hablo también por dentro
donde no puedes oirme
porque no quiero decirte que crecer 
se resume en añorar 
etapas de tu vida
donde todo era más simple

sábado, 12 de agosto de 2017

2 a.m. (Un poema de Andrea Saldaña)

sigo saliendo a ver la lluvia en mi patio a las dos de la mañana
sigo pensando en ti y estando triste
sigo deseando que estuvieras conmigo
y aunque sé
que no deseo eso porque fuera feliz contigo
sino porque contigo me sentía menos triste
no puedo evitar querer que estemos juntas.
antes me dolían las lluvias a las dos de la mañana
pero me sentía mejor al ver tus fotos
y no importa cuantas veces
le diga a la gente que ya no me importas
cuántas veces me haga la interesante
cuantas veces jure que no volvería jamás contigo
o que me merezco a alguien mejor
ni cuantas veces repita que tú no me querías tanto
o que me va mejor sin ti
porque siempre termino volviendo a ti
cuando me quedo sola
y no tengo que fingirle nada a nadie
me vuelvo a todas las cosas que eran nuestras
y me la paso mirando tus fotos que ya no me consuelan
que me hacen sentir triste y pensar
que ya no puedo verte ni tocarte y menos darte un beso
lloro mirando a la lluvia, lloro mirando tus fotos
me toco mientras lloro mirando tus fotos mientras llueve
siento un vacío enorme al acabar llorando
quisiera poder seguir haciéndolo
no tener que esperar tanto tiempo
quisiera vivir teniendo orgasmos y así ya no tener qué pensar
en el pinche vacío y en que tú ya no estás
y desearía
mejor haber borrado tus fotos
tus recuerdos
el sonido de tu voz y de tu risa
desearía no pensar tanto en ti
desearía que no estuvieras tan presente
no tomar fotos a cosas en las tiendas
para mandártelas luego
ni seguir imaginando exactamente qué dirías
de esta cosa o la otra
ni imaginar tu sonrisa en las mañanas
ni recordar tantas cosas
cuando paso por lugares
donde estuvimos felices
desearía poder borrar cosas de mi cerebro
aunque probablemente no lo haría
igual que con tus fotos, que no tengo el valor de borrar
y que trato de pensar que veo cada vez menos
que ya solo las veo cuando es de noche y está oscuro
y la lluvia moja el patio a las dos de la mañana.

miércoles, 3 de mayo de 2017





cosas que sientes llevan a
cosas que piensas llevan a
cosas que haces...

                       \romper el ciclo

sábado, 1 de abril de 2017

insectos

en mi interior hay insectos que emiten luz
pero no a todo el mundo le gustan los bichos.

algunas personas
creen
que les gustan los bichos
pero sólo quieren verlos y atraparlos
y tenerlos en un frasco en la repisa:
“qué lindo insecto”, le dicen,
“espera ahí mientras vuelvo de la escuela”
“espera ahí mientras vuelvo del trabajo”
“espera ahí mientras vuelvo del mercado”
“espera ahí mientras yo sigo con mi vida”
“espera ahí mientras me ocupo
de lo que sí es importante”
en tanto el insecto espera
en su cárcel de cristal.

en mi interior hay insectos luminosos
que no son para ponerlos en un frasco.

en mi interior hay insectos luminosos
si no te gustan los bichos 

no te acerques.

miércoles, 15 de febrero de 2017



soy bioluminiscente.
hago las cosas brillar con las luces apagadas
hago luces de colores dentro de mi habitación
tengo luces de colores dentro de mi cuerpo
pinto luces de colores sobre tu piel de nieve
sé que no vas a quedarte hasta el final
sé que vienes solo a ver las luces
que mis manos y mi cuerpo
y mis manos en tu cuerpo
son poco más que una atracción turística




domingo, 12 de febrero de 2017

Trolebús



El que es pobre, sufre incluso a causa del transporte público: El mismo transporte, los mismos lugares. Los mismos puntos de ida y vuelta.
Se sufre por ejemplo, por un autobús, una calle, una parada, una estación del metro. Porque todas esas cosas son -fueron- medios, escenarios. Porque ese lento y viejísimo trolebús es el medio más directo entre mi casa y la casa de ella, porque quedábamos de vernos justo en esa estación del metro, porque tomábamos ese autobús para ir a tal sitio, porque en ese parabús, en esa calle, en ese inter de esperar el trolebús, el autobús, la combi; nos pasaba el mundo entero, nosotros sucedíamos, existíamos: Nuestra vida estaba sucediendo en cada uno de esos lugares a cada momento.
Y un mal día, cualquier día, la vida empieza a suceder diferente.
No se detiene, siempre sigue andando. Solamente cambia y pasa de formas diferentes.
Un mal día, cualquier día, el nosotros se convierte en yo.
Una ella por aquel lado, un yo por este lado.
Dos yos que ya no coexisten en ningún nosotros, por cualquiera que sea la causa. La causa no es lo importante.
La causa nunca va a ser suficientemente importante.
Y llega el día en que la vida del yo tiene que regresar -lo más posible- a la normalidad.
Llega el día en el que yo piensa que ya fue suficiente de lamerse las heridas y se resuelve a salir de nuevo al mundo.
Cualquier día, yo se decide a salir y todas esas cosas están ahí afuera, erguidas como monstruos gigantes con hambre de destrozar nuestras ciudades interiores.
En ese momento, cuando se derrumban nuestros ánimos de salir a ver la luz de nuevo, es cuando caemos en la cuenta de algo para lo que nunca vamos a estar suficientemente preparados: Las cosas que antes fueron dulces, se convierten de repente en un veneno, una especie de pinchazo que no solo nos duele sino que nos va matando poco a poco.
Ahí está el trolebús, el autobús. La calle y la estación del metro. La parada del autobús.Los mismos sonidos, los mismos colores. Las rutas y los lugares. Los mismos sitios, los mismos caminos.
Los caminos que ahora el yo camina solo.
Los lugares que ahora el yo visita solo.
Solo yo.
El yo entonces busca por todos los medios sanar su dolor y recuperar su vida, la vida que le quede.
El yo sabe que haga lo que haga, la vida nunca será como antes. Hay algo que se ha terminado, que se ha muerto. Algo que nunca ya podrá volver a suceder.
Perdido y con dolor, busca de sus afectos más cercanos que, muchas de las veces, no sabrán darle consuelo de una manera efectiva. 
"Déjala ir", dicen y el yo aprieta los dientes de coraje.
"Déjala ir". Como si no se hubiera ido ya. Como si le hubiera tomado parecer. Como si necesitara permiso para irse.
Al final de todo y quizás con más dolor que al principio, el yo comienza a asimilar que el trolebús ya no le llevará a casa de ella. Que el trolebús sigue pasando por ahí, pero ella nunca volverá a abrir esa puerta para el.
Asimila que sí, podría esperarla en esa estación del metro, pero nunca ya con una cita por medio. Que podría esperarla todo el día, todos los días y ella podría nunca llegar. Que podría llegar y también pasar de largo, sin querer hablarle. 
Asimila que esa calle ya quizás no es algo especial y que el autobús ya no va a llevarlos a ningún lado a los dos juntos.
Y le duele.
El yo, entonces, empieza a ahorrar para comprar un auto de segunda mano.