Podemos irnos a llorar a KFC
si cada uno de nosotros
coopera con 20 pesos.
Compraremos una cubeta gigante
con doce piezas crujientes
por menos de lo que cuesta
un plato en un buen restaurante.
Vamos a KFC a comer pollo barato,
a lamentar nuestras patéticas vidas,
a contarnos porqué no conseguimos trabajo,
a reprimir nuestros instintos suicidas.
¿Porqué no lo pensamos antes?
Vamos a llorar a un KFC,
la verdadera receta secreta
son mis lágrimas, coronel Sanders.
No hay comentarios:
Publicar un comentario