Ser una buena actriz es un poco también hacerle creer al espectador que todas las palabras del guion salieron de la propia cabeza. Decirlas una y otra vez, creerlas uno primero antes que cualquier hijo de vecino, que para uno sean artículo de fe. Decir y hacer todo como si fuera por convicción propia y entonces sí, arriba el telón, showtime, playball, a darle: Hay que seducir al público.
Me fascinaba esa idea. Por eso me inscribí en taller de teatro.
Ahí fue cuando entendí que la clave del éxito era la actuación.
Empecé a actuar en la vida, en el desayuno, en las reuniones de negocios, con los colaboradores, con la gente que me quiere, con la gente a la que odiaba, en la cama, con mi madre, con mi abuela, con la gente del bus, en la calle y hasta enfrente del espejo. Había que ser buena actriz en todo y con todos.
He vivido así ya no sé cuántos años de mi vida y todavía sigo pensando que es horrible que tengamos que hacer esto para "vivir bien".
Pero funciona.
Doy fe de que funciona.
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