martes, 5 de enero de 2016

Forever 17


Tienes diecisiete años. 

Es verano. Estás tumbado en el pasto verde de la escuela preparatoria. Tienes diecisiete años. Siempre habrá un día más para ponerte al corriente con las clases a las que estás faltando. Siempre va a haber chance de recuperar el tiempo que todos te dicen que estás desperdiciando. Tienes diecisiete años. Todo te parece fácil. Sientes que, si un día te levantas con las suficientes ganas, podrías hacer cualquier cosa que te apetezca. Salir con la chica rubia. Hacer que tu banda de surf toque en un festival independiente. Irte de fin de semana a Cuernavaca con tus amigos. Invitar a la rubia y por fin averiguar si es cierto que tiene un piercing en el pezón derecho. 

Tal vez, también, si tuvieras las ganas suficientes, podrías ponerte a estudiar cálculo. Podrías pasar todas las materias que debes, podrías rescatar el semestre. Cortarte el cabello, empezar a preocuparte por tu apariencia, ponerte serio. Empezar a buscar un trabajo de medio tiempo. Ordenar, pues, tu vida. 

Si tan solo tuvieras las ganas suficientes.

Pero es verano, tienes 17 años y estás tumbado en el pasto fresco. Fumas Marlboro Mild-Flavor porque te gusta que la cajetilla sea azul. Tu novia está en clase de química y tú estás en el pasto porque ella de todas maneras se va a enojar contigo. Se va a enojar porque no entiende que prefieras estar fumando y viendo las nubes con los audífonos puestos. 

Le das una calada a tu Marlboro Mild-Flavor porque piensas que es muy cool que la cajetilla sea azul. Es estúpido, pero el azul te hace sentir diferente. Te hace sentir distinto a los que fuman de esas cajetillas rojas genéricas, es como si no fueras parte del rebaño, aunque sí lo seas, como si el cáncer que te estás procurando fuera a ser diferente del de todos los demás. 

Cierras los ojos y escuchas los ruidos de la prepa a tu alrededor. Las aves, las risas distantes. Los murmullos lejanos, todo lo que hay por conquistar en esa escuela, en este mundo, todo lo que sería tuyo si una mañana despertaras y te diera la gana.

Es verano y parece que esto no se va a terminar nunca.

Pero termina: un día abres los ojos y tienes 25 años. Nunca fuiste a Cuernavaca con tus amigos de la prepa, ni supiste si la rubia tenía un piercing en el pecho. Tu banda de surf murió hace años. Nunca pasaste cálculo, ni te pusiste serio, pero sí te cortaste el cabello. 

Encontraste un trabajo (con el tiempo, claro) y ya no fumas porque el cáncer te da miedo. 

Rentas un estudio cerca de esa universidad a la que nunca fuiste. 

Sales todas las mañanas antes que el sol para llegar a una oficina donde estarás la mayor parte del día. Ocuparás una hora para comer algún platillo recalentado directamente de un tupper. Volverás al escritorio. Saldrás cuando ya sea de noche. Irás a cenar o al cine con tu novia, que no es la misma que tenías en la prepa. Vas a dejarla en su casa y después regresarás a tu estudio y caerás abatido por el cansancio. 

Despertarás como siempre, cinco minutos antes de que suenen las alarmas. Volverás a cerrar los ojos y, durante cinco minutos, vas a imaginar que estás tumbado en el pasto y tienes 17 años. 

Vas a imaginar que todavía hay tiempo.

Que siempre habrá un día más.

No hay comentarios: